El futbol y especialmente el TRI es el pan y circo de
muchos mexicanos, una parte de mujeres también siguen el ritmo en el afán de
integrarse a dinámicas más equitativas. En especial observaremos el desborde
social reciente de la población mexicana al ver vía televisión abierta como el
equipo Mexicano de futbol masculino sometía al poderoso Brasil; esos minutos de
gloria, de supremacía, de revancha, de idiosincrasia, de poder fueron el subidón
emotivo de toda una nación que legitima el éxito de la nación en los botines de
11 jugadores.
Desde mi perspectiva, esas
emociones todopoderosas que adquirimos esa tarde con el triunfo del TRI –empresa-,
no son más que los huecos y carencias exacerbadas de un Estado Mexicano que no
logra cuajar con nada. Es solo la
evidencia de una carestía de héroes, de logros de una nación, que pueden ser
peligrosamente cegadores a los ojos de aquellos mexicanos que no tienen la
capacidad de hacer lecturas y discernir de la fantasía y la caótica realidad.
Tanta fantasía común construye
realidades fuera de sentido común y lógico, como asignar nombre de un
futbolista a un plantel escolar. Cuando el sistema educativo nacional, en
ninguno de los planes relaciona al futbol con la educación, mucho menos el
programa de Educación Física.
Tanta ceguera que evadimos e invisibilizamos
lo que puede dolernos, lo que puede manchar nuestro nombre, nuestra masculinidad,
nuestra chingonería jugando futbol. Es
así como, dejamos a los medallistas olímpicos formados en el incipiente sistema
deportivo como atletas de segundo nivel.
Esta desbordada forma que han
diseñado las televisoras de programación abierta, funciona perfectamente, tan
bien, que hasta el gobierno lo usa de paliativo para calmar los fracasos de un
gobierno saliente y el dudado gobierno entrante.
Tal vez duelan estos comentarios, pero si ese es el efecto, eso es parte de lo que nos han enseñado, a enojarnos, a cerrrarnos a otras realidades, para solo ver la que conviene.
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