Pierre de Coubertin jamás pensó en la
trascendencia social, humanista y económica de lo que él llamaba los juegos de
la juventud, ahora definidos por la marca Juegos Olímpicos. Para el Barón el
Olimpismo era indisociable de la cultura, por lo que preconizó la educación de
la inteligencia al mismo tiempo que la del cuerpo. Se acerca el romanticismo a
mis dedos para teclear aquellos ideales tan firmes y añoradas esperanzas que
Coubertin depositaba en este movimiento.
-Para él, el Olimpismo "es la avidez por
saborear la plenitud de una cultura que confiere sentido a la vida, al oponer a
la natural debilidad del hombre la confianza en la grandeza de su
destino".
- "En el mundo moderno, lleno de
poderosas posibilidades que al mismo tiempo amenazan con peligrosas
decadencias, el Olimpismo puede constituir una escuela de nobleza y pureza
morales, tanto como de resistencia y energía físicas, a condición de que
elevéis siempre vuestra idea del honor y del desinterés hasta la altura de
vuestro vigor muscular".
Por ello, no debe parecernos raro que
si no somos asiduos al deporte, estemos contemplando horas el televisor para
ver a los atletas olímpicos de cada temporada, la explicación es muy simple:
vemos en esos hombres y mujeres que se debaten durante 15 días, adolescentes y
jóvenes la oportunidad humana de esforzarnos y trabajar por una meta, que se
consigue con disciplina, tenacidad, paciencia, respeto, perseverancia y con
humildad.
Todos estos valores son el ingrediente
perfecto del olimpismo, que hacen que nos autentificamos e identifiquemos con
las transmisiones de televisión, los reportes gráficos y anecdóticos; a través
de los Juegos Olímpicos, socializamos y competimos cada cuatro años
(generación) para demostrarnos lo que humanamente es posible. No solo es el
resultado, el record, la foto, la perfección física; va más allá.
Cayuela (1997) menciona que el deporte
es uno de los fenómenos más populares de nuestro tiempo. Es en él dónde se
producen y expresan algunos de los grandes valores de la sociedad
contemporánea. Dice Moragas (1992), que “las modernas historias sobre la bondad
y la maldad, el éxito y el fracaso, la suerte y la desgracia, la victoria y la
derrota, lo propio y lo ajeno, la identidad colectiva… encuentran en la
narración deportiva sus expresiones más populares”.
Si bien es cierto, el deporte
interfiere plenamente en la vida cotidiana, influye en los procesos de
socialización, determina una buena parte del tiempo libre y constituye un punto
de referencia clave para los procesos de identificación social de mucha gente.
En diversos países y de diversas maneras, los éxitos deportivos se convierten
en auténticas demostraciones sociales, o incluso, en reivindicaciones populares
(Moragas, 1992).
Lo delicioso por tanto de cada época
olímpica es la lectura a hipertexto que podamos hacer de cada movimiento y cada
expresión corporal. Imaginen que es lo que representaba socialmente, que veía y
que pensaba la aborigen australiana Katy Freeman al extender el ángulo de su
zacada para acelerar su paso en la pista y prueba de los 400 metros para
bañarse de oro en Sidney 2000. Que decir de los corredores africanos, los
adelantos científicos de los alemanes y los estadounidenses, la vitalidad de
los cubanos y brasileños, la incursión al movimiento olímpico de los pequeños
países, nuestro México expresando lo que avanza con sus apuestas políticas en
el deporte, en fin... larga la lista de elementos para mirar con otros ojos los
JO.
La tarea es no perder de vista la
estética física y la fortaleza mental de esos chic@s que dedican su vida a la
representación de su generación y su contexto social. Tres semanas para
observar el desarrollo humano, social, deportivo y tecnológico de cada país!!
Veamos a las nuevas generaciones expresarse bajo la línea del movimiento
Les dejo el link directo a la mirada
real del movimiento olímpico...
http://www.olympic.org/